Los Cuervos
Fue un 3 de abril de 1959 que un grupo de amigos se encontró en una reunión social, separados por los colores de camisetas como la de Trouville, Old Boys y Carrasco Polo, pero unidos por un gran sentido de la amistad y por la pasión por el rugby. Era lógico que de ese encuentro surgiera la idea de formar un equipo que cumpliera los objetivos de este maravilloso deporte, competir entre amigos.
Estaba la idea, pero faltaban los jugadores, la cancha, autoridades y hasta los colores para un equipo que no tenía nombre todavía.
Pero la pasión por el rugby y el sentido de la amistad logrado entre jóvenes jugadores de varios clubes era tan grande que nada podía oponerse a los deseos de competir lealmente y así fue como nacieron Los Cuervos. Con ánimo de presentar la solicitud de afiliación ante la Unión de Rugby del Uruguay, se optó por el nombre de Los Cuervos para denominar el nuevo equipo y por el color negro para la camiseta.
Debido a razones estéticas y prácticas, ya que no había tiempo de encargar equipos nuevos, la única solución que se encontró fue teñir los equipos de negro. Para entonces ya había otras decenas de jugadores, provenientes algunos de otros clubes y otros que querían iniciarse en el rugby.
El presidente del Club de Golf del Uruguay, ex jugador y dirigente del rugby, Ingeniero Eduardo Crispo Ayala, sugirió que Los Cuervos debían integrar y representar a esa prestigiosa institución.
Y así, con la fe en los nuevos rugbistas del Ing. Crispo Ayala, el apoyo de los demás miembros de la comisión directiva y todos sus asociados, la buena disposición de la Unión de Rugby del Uruguay y la sincera amistad de los demás clubes, Los Cuervos salieron a jugar su primer partido oficial representando al Club de Golf del Uruguay.
Un gran apoyo para que el impulso de los jóvenes rugbistas llegue a destino fue también el que depositó en ellos esa figura inolvidable, padre del rugby en el Uruguay, Don Charlie Cat. El primer encuentro lo disputaron en la ciudad de Colonia, un domingo lluvioso en el que perdieron pero que aún así comprendieron que el esfuerzo había valido la pena. El rugby no los había defraudado: habían competido lealmente y hecho nuevos amigos.